miércoles, 26 de agosto de 2015

En sus pies


Indígena se levantó repentinamente mientras se tocaba el pecho sintiendo aún la sacudida desde dentro. Sus ojos tenían una expresión inquieta cuando estalló en sonora carcajada inundándolo todo. Era tan obvio que nunca me di cuenta, tan obvio que tuve a tocarlo y sentirlo para verlo. Ella era del mismo color que la tierra con la que impregnaba mis heridas cuando caía.

Esta vez la tempestad se desató en su interior y yo no podía hacer nada más que mirarla paralizada por el susto. Por un segundo sentí que éramos dos distintas, mirándonos frente a frente, contagiándome su sed. “Ahora te toca a ti” me decía mientras enraizaba sus manos con las mías. Con el paso del tiempo había renunciado a ello de tal forma que lo había olvidado pero el camino era tan obvio como el color de su piel. “Ahora te toca a ti. Esta vez no dejaré que te pierdas.” 

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